viernes, 20 de febrero de 2009

Olor

Ayer estuve por primera vez en una mezquita. El imán fue muy agradable y nos dió toda la información que solicitamos. Nos permitió incluso presenciar los servicios. Eso sí, hermanas en el piso superior, hermanos en el piso inferior. El caso es que por primera vez en bastante tiempo, si no la primera vez desde que me fui, Berlín vino a mi cabeza por un medio totalmente inesperado: el olor. Las otras veces habían sido en su mayoría recuerdos visuales o connotaciones o similitudes en conversaciones y situaciones, pero ninún olor, que yo pueda recordar, había despertado esto. En alguna parte de la mezquita a la que ahora no consigo dar un nombre ni una imgen un olor que tengo asociado a Berlín vino a mí y disparó inmediatamente una sensación de familiaridad y tranquilidad. Era el olor de la casa de Gitta, la fragancia del jabón que usaba para lavar la ropa y que envolvía ligeramente toda la casa. Era un olor que terminó por convertirse en hogar después de dos meses.

Es curioso como una mera sensación odorífera puede despertar semejante dispositivo de reconocimiento y asimilación, y tras haber hayado la respuesta, sosiego y complacencia. Y volar, volar, volar. Curioso funcionamiento el de los olores. Y ahora me voy a ver las conchas que traje de St Andrews y dejo aquí la canción de la última cena:



Me gustas tú - Manu Chao

No hay comentarios: