viernes, 27 de marzo de 2009

Viaje onírico: madrugada del 15 de marzo


- ¿Por qué has venido aquí?

- Me han dicho que eras el mejor.

Mueca de disgusto.

- He estado mirando también lo que has hecho y tienes el estilo que andaba buscando.

Indiferente. Impasible. ¿Imperceptible muestra facial de asco o solo imaginación mía? ¿Parece aguantarse una risita? Mira fijamente el papel y escribe, ¿pero qué? ¡Todavía no le he dicho nada! Se me pasa por la cabeza la infantil idea de que esté dibujando, mientras yo le hablo.

- Ya os conocía de todas formas. Había venido antes a perforarme la oreja.

- Sí… Pero de eso no me encargo yo.

- Lo suponía. Las otras dos veces estaba aquí tu compañera, una chica muy simpática, muy profesional. La verdad es que no me noté nada, no me dolió prácti…

Me corta. Abruptamente. Tiene pinta de ser de esos arrogantes que no les interesa oír nada de lo que tengas que decir. Normal. Tampoco es de los que se hacen los interesados, dándoles completamente igual lo que digas. No, este tío directamente no quiere perder el tiempo oyéndote. Será un profesional, pero parece gilipollas.

- ¿Qué te quieres hacer?

- Unas hojas de hiedra.

- ¿Dónde?

- En el brazo izquierdo.

- ¿Color?

- Verde y negro.

- Sabes que en color es más caro, ¿no?

¿Es cosa mía o indirectamente me está llamando muerta de hambre a la cara? Que no es que sea la gallina de huevos de oro exactamente, pero pensé que lo disimulaba mejor.

- Sí, a ser posible verde esmeralda o verde turquesa.

Rebusca en los cajones del atosigado escritorio. Saca algo y me lo tiende. Unas fotos.

- Así queda más o menos el verde turquesa y esto de aquí es verde esmeralda. Luego esto es verde prado; esto es verde oscuro y esto es verde pino – dice señalando.

- Sí, verde esmeralda entonces. No quiero que cubra el relleno por completo, es decir, el interior de las hojas. Quiero que sea algo así.

Saco del bolso un dibujo a crayón hecho por mí donde se distinguen hojas de hiedra con un reborde negro que se difumina en verde hacia el interior mezclándose con verde. Las líneas en el interior de las hojas sufren el mismo fenómeno.

Coge la hoja que le tiendo y la mira detenidamente haciéndose de una idea de lo que le pido.

- ¿Crees que el color cederá mucho con las mudas de piel y eso?

- No, tienes la piel muy clarita – responde todavía sin mirarme.

Deja el papel sobre la mesa y se incorpora.

- ¿Dónde va a ser? – pregunta cogiéndome el brazo, extendiéndolo - ¿Aquí?

A continuación hace un anillo con la mano alrededor de la parte superior mi brazo, por debajo de donde termina la manga de mi camiseta. Recuerda que es el brazo izquierdo. Si estaba escuchando dentro de lo cabe. El contacto me parece extraño, no llega a acariciar mi piel, pero su mano se ajusta de una manera tan perfecta y delicada que… ¡No!

- ¡No! – giro el brazo mostrando el interior al techo – Aquí – señalo la muñeca izquierda con el índice de la mano derecha.

- ¿En la muñeca? – me mira con asco otra vez, después esa sensación es sustituida otra vez por la máscara impasible de antes, que como una losa cae sobre su cara. Aún así me fulmina con la mirada.

- Sí.

Parece que ahora vaya a ser él el que ruja de repente: ¡No!

- ¿Qué edad tienes?

¿¡Qué!? ¿Me está diciendo que aparento menos de dieciocho? ¿Es eso lo que me está diciendo? No sé si he oído bien. Eso en otras circunstancias no me disgustaría; me halagaría, de hecho. Decido jugársela. ¡Menudo un listo!

- Esa no es la mejor pregunta que hacerle a una mujer, ¿no te parece? – sonrisa gatuna, ¡chúpate esa! – Soy mayor de edad, si es lo que te interesa.

- Tendría que ver tu DNI de todas formas…

Espera, espera, espera. Para el carro.

- ¿Tendrías?

- Sí, tendría.

- ¿Tendrías? ¿Por qué condicional? ¿Por qué no “tendré”? ¿Por qué no futuro?

Me frunce el ceño. Vale, eso ha sido una salida de tono; debe de pensar que estoy como una regadera.

- Me voy de vacaciones a México.

- ¿Te vas de vacaciones a México?

- Aja. Dos meses.

- ¿Dos meses? – las palabras se me derraman solas de la boca, como cuando pones agua a hervir y empiezan a subir esas burbujas enormes que echan toda el agua fuera del caldero.

- Aja – cierra su libreta – Y tampoco me parece nada del otro mundo; lo que planteas no es precisamente interesante; ningún reto, vaya.

¿Qué?

- Pensé que este era tu trabajo, que ganas dinero haciendo esto y tal.

- Sí, pero también tengo una reputación y esto no es más que …

- ¡Espera!

Estoy pensando. Solo tengo dos opciones: mandarlo a comer mierda y darle recuerdos de mi parte a sus difuntos, que es lo que se merece, o rogar, rogar y ponerme de rodillas porque no quiero que…

- No quiero que me lo haga cualquiera.

- ¿Qué?

- Sí, no quiero que me lo haga cualquiera. Podría ir a cualquier otro, cualquier otro me lo haría sin rechistar, pero… He visto tu trabajo y quiero… Quisiera que fueras tú.

Silencio.

Parece estar sopesando, escogiendo las palabras idóneas.

- Cualquier otro no captaría la esencia de lo que tú quieres…

Una sonrisa se me dibuja en la cara. Va a ceder.

- … y yo no te lo voy a hacer así que, para eso, mejor no te lo hagas.

El repentino “por favor” que iba a salir después de la sonrisa se ahoga, mis ojillos de corderito degollado se esfuman.

- Perdona, pero… ¿Qué coño te pasa? ¿Has tenido un mal día o qué? ¿Ahora la vas a pagar conmigo?

- Oye, no, mira. Solo intentaba explicarte, amablemente, que no te lo voy a hacer yo porque me cojo vacaciones – se incorpora y apaga la luz de la lámpara del escritorio.

Yo también me levanto, por inercia. Se pone su chaqueta y a continuación recoge algunas cosas. Los dos nos movemos hacia fuera del oscuro local. Él va apagando las luces a su paso. Esto no va a quedar así.

Me giro:

- Mira, serás bueno en lo que haces, pero eres gilipollas – le dedico unos últimos segundos, concentrando todo mi odio y mi ira en esta última mirada.

- ¿Te importa? Quiero cerrar.

Me ruedo del curso de la puerta metálica. ¡Argh! Cómo se puede ser tan…

Echó a andar. Oigo el ruido metálico de la puerta al cerrarse. Puedo sentir un escozor en la nuca, como el supuesto cosquilleo que se experimenta cuando alguien nos mira desde detrás, pero mucho más intenso y molesto. Aprieto el paso.

lunes, 2 de marzo de 2009

Sueño


Hey I said you're goodless and...


Le escribí como si no esperara respuesta y aguardé, sin aguardar, como si nada aguardase. ¡Y respondió! Para mi sorpresa, respondió. Sigue vivo, sano y salvo. Se mete de vez en cuando en algún que otro problema... ¡Ahora está en otro continente! Ni que decir ya otro país... Puedo imaginar su crin danzando al viento, totalmente libre como un pájaro. Él es el Sueño. Él es Sueño.

[...] and he wandered through the world aimless and godless.

Parece estar tan... tan fuera del alcance de cualquier mano, bien sea terrenal o divina, sin ataduras, viajando y viajando, viviendo su propia vida, la vida que él mismo ha escogido, la que él mismo ha decidido construirse con ramitas de bambú. Una decisión que admiro, pero también una vida que yo no sabría ni como empezar. Es tan diferente a todo y a todos, tan puro.

[...] e iba por el mundo sin rumbo fijo y sin dios.

Y la de cosas que está aprendiendo, de las experiencias que se está nutriendo... Es como el recurso inagotable más económico y rentable sobre la faz de la tierra. Tan completo, tan abierto... Es difícil imaginar su magnitud.

I swear you're godless.

Y así es él: como un caballo salvaje, sin rumbo fijo, sin dios y sin nombre.


Godless - Dandy Warhols

sábado, 21 de febrero de 2009

Piélago

East Sands


El fin de semana pasado me reencontré con mi pasado. Fue de casualidad. Fuimos a St Andrews, un pueblecito pesquero en la costa este. Ya sabíamos que tenía playa y que podríamos ver el mar, pero este mero conocimiento no me preparó para la experiencia. No vislumbramos la masa azul hasta que caminando por una de las calles principales, empedrada, llegamos a la catedral en ruinas. Lo vimos más allá lejos, pero mucho más cerca que en todo este tiempo, a través de las saeteras de la muralla del cementerio. ¡Por fin el mar! Mar, viejo amigo. Tanto tiempo sin verte...

Te llamaré por uno de tus mil nombres.

Piélago.

Allá nos encaminamos, acercándonos primero al pequeño muelle donde en un líquido amarronado flotaban los poquitos barcos que había. Una melodía; mis sesos estrujándose por sacarla a flote, pero no en aquel líquido. Me sorprendí explicándole a una amiga que eran "esas cajas con cuerdas, alambres e hilos". Supongo que algo se queda cuando se ha nacido en un sito de alguna manera similar. Y más allá: el mar, la mar. Intachable, ni ola, como un plato. Más parecido a un lago que a otra cosa. De un color gris azulado, oscuro y mate, impenetrable por los rayos del sol. El Mar del Norte, el gigante salvaje y borrascoso, ahora mecido como un pétalo por la brisa en una bochornosa sobremesa de primavera.

Do you want to go to the seaside?

Descendí una pared de tierra y pisé con inseguridad sobre la arena blanca. No se me había tragado la tierra. Continué con más decisión hacia la orilla hundiéndome un poco aquí y allá. Arena seca, arena mojada. El oleaje era tan leve... Era como la risa alegre y juguetona de un niño, sin maldad, sin dobles sentidos; se iba y venía, pidiendo jugar conmigo. Me acerqué un poco más y me agaché, estirando la mano y alargando los dedos hasta que mis yemas tocaron el agua cristalina. Mmmm...

Inspira.

Expira.

El olor tan leve... La típica fragancia salada tan delicada tan... perecedera. ¡Casi apenas perceptible comparada con la de otros sitios en las que por parangón el mar literalmente apesta! El tacto viscoso y fresco en las puntas de los dedos, ascendiendo por las palmas. Unas manos que intentan aferrarse al salado líquido, como quien buscara abrigo en una manta, y el mar que sigue juguetón: viene, se va; viene, se va, lamiendo poquito a poco la costa impasible, provocándola a entrar en su juego. Debería de existir una palabra para denominar el olor a sal, el olor a mar.

I fell in love with the seaside.

En donde yo vengo el agua es fría, fría tanto en invierno como en verano. Nunca está caliente como la sopa que es el Mediterráneo en estío. Nunca está templada. Y en comparación con esta agua se me hace más fría. ¡Increíble! La distancia y el tiempo lo enfrían y difuminan todo. Me giro. El sol hace su mejor intento por calentar un poco, por paliar las bajas temperaturas. Es suficiente como para andar en suéter, con total libertad.

El agua me guiña destellos para que no la deje, como a todos; es como una sirena mimosa que encantara a los hombres, pero yo me abstraigo un poco de su embrujo y me convierto en la cercatrice di tesori sin tener en cuenta los años que han pasado; la niña que una vez vivió en mí está entusiasmada.

¡Conchas!

Tanto tiempo sin verte. Tanto tiempo que duele. Ahí están en un cuenco en el alféizar de la ventana. Que les dé el aire para que puedan oler su hogar.


The Seaside – The Kooks

viernes, 20 de febrero de 2009

Olor

Ayer estuve por primera vez en una mezquita. El imán fue muy agradable y nos dió toda la información que solicitamos. Nos permitió incluso presenciar los servicios. Eso sí, hermanas en el piso superior, hermanos en el piso inferior. El caso es que por primera vez en bastante tiempo, si no la primera vez desde que me fui, Berlín vino a mi cabeza por un medio totalmente inesperado: el olor. Las otras veces habían sido en su mayoría recuerdos visuales o connotaciones o similitudes en conversaciones y situaciones, pero ninún olor, que yo pueda recordar, había despertado esto. En alguna parte de la mezquita a la que ahora no consigo dar un nombre ni una imgen un olor que tengo asociado a Berlín vino a mí y disparó inmediatamente una sensación de familiaridad y tranquilidad. Era el olor de la casa de Gitta, la fragancia del jabón que usaba para lavar la ropa y que envolvía ligeramente toda la casa. Era un olor que terminó por convertirse en hogar después de dos meses.

Es curioso como una mera sensación odorífera puede despertar semejante dispositivo de reconocimiento y asimilación, y tras haber hayado la respuesta, sosiego y complacencia. Y volar, volar, volar. Curioso funcionamiento el de los olores. Y ahora me voy a ver las conchas que traje de St Andrews y dejo aquí la canción de la última cena:



Me gustas tú - Manu Chao

lunes, 17 de noviembre de 2008

Porque en Berlín en verano también puede hacer frío

Recorriendo a trote vivo la orilla, siguiendo cada vez más rápido la ruta que traza el río. Cada vez más rápido se suceden mis recuerdos como los fotogramas desordenados de una película. Íbamos en bici. Parecía que hacía una eternidad... Parecía que hacía una eternidad que no se hacía de día. Y allí estábamos los dos, recostados sobre la hierba. Las yemas de tus dedos tamborileando suavemente sobre mi espalda. Abrazados apretados, porque en Berlín en verano también puede hacer frío. El cielo nebuloso y los patos jugando en el agua. Y de repente un rayo tímido. "Here comes the sun" dije yo, recordando automáticamente la canción y cantamos juntos. Y pensé que llevaba buscándote toda la vida. Pensé en volverte a ver, en volverte a oler. Pensé que tenía que pararse el tiempo en aquel momento. Y desde entonces echaría de menos tu guitarra y ser tu diva. Y no poder pasar contigo toda mi vida. Y pensé "nunca podré tenerte" y entonces sonreí para mí misma, porque nunca te tuve. Sin embargo, tampoco quise nunca que así fuera. ¿Qué te queda de una mariposa si la despojas de sus alas? ¿Qué es de un ave si la atas a la tierra y la privas de volar libremente? ¿Qué diferencia hay entre tú y un caballo salvaje de una llanura desértica? Echo de menos tu crin... Pero espero que la vida te trate bien.

The Beatles - Here comes the sun




Here comes the sun, here comes the sun,
and I say it's all right

Little darling, it's been a long cold lonely winter
Little darling, it feels like years since it's been here
Here comes the sun, here comes the sun
and I say it's all right

Little darling, the smiles returning to the faces
Little darling, it seems like years since it's been here
Here comes the sun, here comes the sun
and I say it's all right

Sun, sun, sun, here it comes...
Sun, sun, sun, here it comes...
Sun, sun, sun, here it comes...
Sun, sun, sun, here it comes...
Sun, sun, sun, here it comes...

Little darling, I feel that ice is slowly melting
Little darling, it seems like years since it's been clear
Here comes the sun, here comes the sun,
and I say it's all right
It's all right